Que las capacidades de la Inteligencia Artificial sobrepasan infinitamente las humanas no es ninguna noticia. Nos quedaba al menos el consuelo de pensar que los ceros y los unos no podrían competir con nosotros en el terreno de la creación artística. Algo que creemos inimitable, como son los sentimientos y las emociones, parecía garantizar el monopolio humano en este territorio.
Sin embargo, tanto en la escritura como en la música, la IA hace cada vez más sustanciales avances. En el campo del periodismo hace ya mucho que grandes agencias informativas como Asociated Press, Reuters o Bloomberg utilizan robots en la confección de noticias, sobre todo en los terrenos de la información financiera o deportiva. Algo similar sucede con la traducción.
La música es otro de los terrenos donde los algoritmos llevan una década haciendo impresionantes avances. ¿Y por qué no había de ser así, si ya Bach se servía de juegos matemáticos en sus composiciones y armonías?
En 2007, Hatsune Miku, un holograma, se convirtió en la primera artista virtual del mundo. Esta creación, que arrastra un público inmenso y hace giras por todo el planeta, tiene como base Vocaloid, una aplicación en la que, una vez se inserta la melodía y las letras, puede cambiar el tono de voz y agregar efectos.
Existen algoritmos que permiten recrear el estilo y la forma de tocar de músicos. Simular por ejemplo cómo interpretaa un chelista o un violinista concreto y reproducirlo automáticamente.
Una nueva tecnología, Jukebox, ha logrado ir más allá: Esta red neuronal es capaz, según sus creadores, de imitar a cualquier artista, vivo o muerto, creando canciones que él mismo hubiera podido componer o interpretar.
Algunos de los ejemplos que han desarrollado son Frank Sinatra, Elvis Presley, Kate Perry o Rick Astley. Jukebox recrea no sólo las letras, arreglos e instrumentación, sino también la voz. Para ello, esta IA ha sido alimentada con 1.200.000 canciones.
Es cierto que Jukebox requiere más de diez horas de procesamiento para dar a luz una de estas canciones, pero, ¿qué es esta franja de tiempo comparada con los, por ejemplo, cuatro años que necesitó Leonard Cohen para componer “Hallelujah”?
Las canciones arrojadas por este algoritmo están muy lejos de ser “Hallelujah”. Carecen de vida. Sin embargo, el resultado es sorprendente: Escuchar por ejemplo la voz de John Lennon entonar una canción que jamás compuso, pero que suena como si fuera suya, produce un extraño sentimiento, sobre todo si pensamos que, con el tiempo, la IA alcanzará verosimilitudes cada vez mayores.
¿Quieres juzgar por ti mismo? Aquí tienes unos cuantos ejemplos:https://soundcloud.com/openai_audio
