Las videollamadas han venido para quedarse

Las videollamadas han venido para quedarse
20/05/2020

El confinamiento en nuestros hogares que arrancó con el Estado de Alarma en España el 14 de marzo trajo, entre muchos otros cambios en nuestras vidas, la proliferación de las videollamadas.

Decenas de miles de personas en todo el mundo que jamás se habían planteado utilizar esta forma de comunicación se convirtieron en pocos días en avezadas expertas: Era el único modo de seguir en comunicación con hijos, sobrinas, nietos, hermanas, amigas… Y también compañeros de trabajo.

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Parecía que el fin del confinamiento traería también el de esta forma de comunicación. Sin embargo, parece que le hemos cogido el gusto y una mayoría lo va a seguir practicando.

Muchos son, por ejemplo, los grupos de amigos que los sábados al mediodía siguen reuniéndose para hacer el “aperitivo en red”. Muchos son también los abuelos que, aunque ya disfrutan los domingos de sus nietos en persona, ya no se conforman con escucharlos al teléfono y quieren verlos. Y no olvidemos que, en principio, hasta finales de junio la movilidad entre provincias está prohibida: Nos quedan muchos minutos de teleconferencia por delante.

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En el ámbito laboral, aunque venía imponiéndose desde hace ya más de una década, la videoconferencia ha vivido una enorme implantación que, igualmente, llega para quedarse. Las causas bien las sabemos: imposibilidad de moverse entre regiones y países, consagración del teletrabajo, comodidad y celeridad en la comunicación.

En este contexto, aplicaciones gratuitas que todos conocemos viven una pequeña era de oro: Whatsapp; Google Hangout, Meet y Duo; Jitsi, de código abierto y que empezó siendo un clon del Messenger; Facetime, que lleva casi una década enganchando a los usuarios de Apple; Tox, Cisco Webex, FreeConference, Viber y por supuesto Skype, clásico entre clásicos, muy implantado a fecha de hoy.

La competencia ha sido feroz. WhatsApp, propiedad de Facebook desde 2014, tuvo que apresurarse a aumentar de 4 a 8 el número máximo de participantes en sus videollamadas para no quedar desbancada.

Mención aparte merece Zoom, una de las aplicaciones que el confinamiento puso de moda y cuyos fallos de seguridad han corrido como la pólvora. Tanto fue así que incluso la Guardia Civil alertó en su cuenta de Twitter contra esta aplicación. Google prohibió a sus empleados utilizarla.

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Entre los fallos de privacidad que se atribuyeron a Zoom estaba el de compartir los datos de sus usuarios con Facebook, incluso aunque no cuenten con perfil en la red de Marc Zuckerberg. Se evidenció también que Zoom carecía de cifrado de extremo a extremo.

La respuesta de sus creadores fue lanzar una actualización que, aseguraron, solventaba todos estos problemas.

En su momento de mayor apogeo durante el confinamiento, Zoom alcanzó cotas de auténtico vértigo: 200 millones de usuarios diarios. Esto nos da una idea de las semanas explosivas que han vivido las videollamadas en todas sus variedades.

Pero la videoconferencia no sólo está triunfando en el ámbito personal y profesional. Formas de comunicación relacionadas como los webinar o los cursos online viven idéntica expansión. No son en absoluto nuevas, pero academias e instituciones docentes tanto públicas como privadas las consideran ya parte inevitable de la “nueva normalidad” e incluso ven en ella una oportunidad de crecimiento.

Incluso las declaraciones de detenidos, que con el Estado de Alarma han pasado a realizarse por videoconferencia, parece que van a seguir haciéndose en distinto grado de esta manera. Así lo confirmaron hace no mucho Mossos d’Escuadra en Cataluña.

Parece seguro que la videollamada en todas sus formas y variaciones ha venido para quedarse.

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