El smarthone del futuro: el cuerpo

El smarthone del futuro: el cuerpo
18/08/2020

¿Soñó alguien en los años 70, cuando surgieron los primeros teléfonos móviles, aquellos dinosaurios con teclas, hasta dónde llegarían estos artilugios en sólo medio siglo? Hoy conviven con nosotros casi como una parte de nuestro cuerpo, pero lo cierto es que puede que un día nuestro cuerpo sea el propio Smartphone, ya literalmente. La dirección en la que apunta el desarrollo tecnológico es esa y el término acuñado para ello es biohacking. ¿Alguien duda de que sucederá?

  1. Biohacking

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    El biohacking es la apuesta por integrar dispositivos electrónicos en el cuerpo humano con la finalidad de incrementar sus capacidades físicas y mentales. Esto puede pasar por la implantación de dispositivos subdérmicos que podrían, por ejemplo, hacernos dormir mejor, aumentar la capacidad de nuestra memoria o ver en la oscuridad. ¿Ciencia ficción? La start-up Humm desarrolla wearables (“dispositivos ponibles”) que, supuestamente, fortalecen la memoria mediante impulsos electromagnéticos. Otras empresas, como Halo Neuroscience, han desarrollado un wearable para mejorar el rendimiento deportivo y Kernel investiga el modo de tratar la depresión así. Otras líneas de estudio van hacia la mejora de las capacidades de aprendizaje y el tratamiento del dolor crónico.

  2. Tatuajes inteligentes

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    Vemos, pues, que la palabra wearable, va mucho más allá de los smartwatches a la que la solemos asociar. Existen ya auriculares que traducen de manera simultánea. También ropa inteligente como la que comercializa Hexoskin, que monitoriza nuestras constantes vitales y nuestro sueño. El paso más allá lo dan lo los tatuajes electrónicos. Los avances de la nanorrobótica y de la impresión en 3D los están convirtiendo en una realidad. Estos dispositivos, instalados en nuestra piel, transmitirán información sobre nuestro cuerpo a un terminal, por ejemplo.

  3. Convivir con la ciencia-ficción

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    Aquello de “un gran poder conlleva una gran responsabilidad” popularizado por los comics de Spiderman parece aplicar al 100% a la revolución tecnológica que vivimos, y que nace de los progresos combinados de la genética y la robótica. De inmediato muchos cuestionamientos morales surgen: ¿Estamos dispuestos a conectar nuestros cuerpos? ¿Qué sucederá con la privacidad de nuestra salud, de nuestras constantes vitales, incluso de nuestros estados de ánimo? ¿Será una información pública, se comerciará con ella como ya sucede con nuestros hábitos en internet para enviarnos publicidad, en el más inocente de los casos?

Otra cuestión es: Estos avances médicos que parecen prometer mejoras increíbles, impensables hace apenas unas décadas, ¿estarán al alcance de todos o sólo de unos pocos superpoderosos, como apunta Yuval Noah Harari en su libro “21 lecciones para el siglo XXI”?

Y otra pregunta más para la reflexión: Si hablamos de nanotecnologías capaces de potenciar nuestras facultades físicas y mentales, de modificar nuestros cuerpos para hacerlos más resistentes y longevos, no sabemos hasta qué límite, ¿no habría que replantearse qué significa realmente ser humano? Recordemos que hace ya siete años que al artista inglés Neil Harbisson se le reconoció oficialmente como primer ciborg del mundo por el implante cerebral que le permite “oír” colores.

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